CRÍTICA DE «PACIFICTION». Molinos y gigantes

Por Jorge Aceña:

Pudiendo entablar una sinonimia conjetural respecto a supuestos coletazos que vertebran una idea global acerca de un resultado elocuente, digamos que el cine de Albert Serra responde a la denominación del pensamiento artístico como emergencia lisérgica, como irrupción imposible frente a la corrección sepulcral, como la fulguración ambivalente entre la categorización incesante y la perplejidad ambigua. La correspondencia mantenida desde la irrupción estrambótica de su naturaleza rompedora hasta su refinamiento completo y despojado de prejuicios, ha sido capaz de abarcar multitud de ligaduras y alusiones contrapuestas, las cuales se anexionan y convergen en su idea perceptiva de la extrañeza y lo ambiguo como apariencia real.

En su particular visión del mundo y la historia, Albert Serra expone el lado incierto y alterado de los temas retratados, sometiendo al espectador a un grado de desconfianza mayúsculo frente a lo que ve. Por ello, sus películas no son más que una desfiguración representada sobre conceptos fidedignos, donde los personajes caminan incesantes, dialogan con extrema persistencia, se pervierten con frívola brutalidad, palidecen inalterables al tiempo…

Una idea primigenia en base a esta visión utópica nace en su primer largometraje, ‘Honor de cavalleria’, sobre la distorsión resquebrajada que envuelve un concepto de mundo inventado. La ópera prima de Serra, definida como una versión inclasificable y personalísima del Quijote, resuena en su última película, así como un interlocutado soliloquio autoral e impertérrito. Esta analogía idiosincrásica, omnipresente y simbólica, se descubre entre los márgenes, tras las convenciones superfluas, puesto que en su esbozo sintético, ‘Pacifiction’ no es un compendio del hastiado mundo diplomático, sino la lucha primitiva de un ser quijotesco frente a la idealización quimérica de un conflicto imaginario.

Al pasar de la furia y disfuncionalidad lasciva de ‘Liberté’ al cataclismo surreal de ‘Pacifiction’, Serra dispone un desmembramiento irrisorio del término finito asiduo a lo banalmente politizado, donde basa la mirada eclipsada por una atmósfera incierta, en una interminable búsqueda por contextualizar la realidad retratada. La película delega una suma importancia a la dualidad perceptiva respecto a la (anti)construcción narrativa, ya que la lógica aviva la descompensación y descomposición experimental, y en ‘Pacifiction’, como en el cine de Albert Serra, no existe una lógica exacta. Esta dualidad converge y se disgrega a través del punto de vista, el de un alto comisario de la república en la Polinesia Francesa, quien planea sobre la isla de Tahití en un continuo debate acerca de la perdurabilidad y equilibro mandatorio.

La comúnmente denominada histeria, el grado aflictivo de paranoia ascendente, se entrecruza con la áspera vanagloria de un iluso que cree ver molinos y gigantes, o más bien querer sortearlos a lomos de una moto de agua. ‘Pacifiction’ o la contundencia del lenguaje catártico, el desafío desatado y profundamente libre, la creatividad imperiosamente idealizada y construida sobre un radiante atardecer. Cuando el preciosismo y el extrañamiento conforman algo indescriptible. Único.

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